Su etimología procede del gótico gatis (cabra) ya que el depósito de aire estaba generalmente confeccionado con un pellejo de este animal. Instrumento de lengüeta doble, tiene un bordón sobre el que se interpreta una voz melódica de una tesitura limitada. Su timbre recuerda al de la viola de rueda, potente y continuo, cuyo sonido siempre estuvo unido a la festividad y el regocijo. La gaita fue reinventada en la Edad Media e introducida por los pueblos nórdicos, que la extendieron por la zona septentrional del continente europeo, arraigando especialmente en las zonas costeras del Atlántico. Se encuentran incluso representadas en las Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio (1284). En la zona de Bretaña tradicionalmente se toca a dúo con la bombarda o la dulzaina para los bailes populares. En Francia surgirían diversos modelos a lo largo del siglo XVII pero se optó por las gaitas más refinadas de la familia de la musette.