La tragedia que llegó del cielo
Los bombardeos de Albacete han pasado de ser un asunto casi desconocido a convertirse en una especie de mito que sobrevalora su papel en la guerra civil, además de repetir una serie de tópicos bastante alejados de la realidad histórica.
La noche del 19 al 20 de febrero de 1937, hace 75 años, Albacete sufrió el mayor de los bombardeos que la ciudad padeció en toda la guerra, con más de ochenta víctimas mortales.
No fue un ataque masivo, sino una serie de 'pasadas' de aviones, de uno en uno o en parejas, que fueron llegando a lo largo de más de cinco horas.
Pero ni fue el primero -Madrid llevaba seis meses bajo las bombas, y la propia Albacete ya había sido bombardeada repetidamente- ni se trató de un bombardeo masivo contra la ciudad comparable al que días más tarde (el 26 de abril) arrasó Guernica, ni con otros que machacaron durante meses otras ciudades españolas.
El bombardeo de Albacete por aviones alemanes del bando franquista se enmarca en el contexto de la Batalla del Jarama, uno de los episodios más duros, sangrientos y decisivos de aquella guerra. Lo que perseguía -y no consiguió- ese ataque aéreo nocturno era cortar el suministro que se enviaba a las Brigadas Internacionales, que en el Jarama escribían en esas fechas uno de sus capítulos más trágicos.
Por lo menos diez
El estudio más completo sobre los bombardeos y los refugios antiaéreos en Albacete es el que realizó Antonio Selva, publicado en el año 2000 por el Instituto de Estudios Albacetenses. Aunque es solo un primer avance, ha servido de inspiración más tarde -generalmente por el método historiográfico de 'copia y pega'- a casi todas las referencias a aquellos episodios de la guerra en Albacete.
Selva, tras investigar lo sucedido, publica incluso el listado de las víctimas, sus registros de enterramiento y otros documentos que consolidan su análisis de estos hechos.
Según sus datos, hubo al menos diez bombardeos sobre la ciudad entre julio de 1936 y septiembre de 1938, que provocaron unos 121 muertos. De ellos, 83 corresponden al bombardeo del 19 de febrero, de los que 63 están identificadas y el resto constan como desconocidos. Los primeros bombardeos sobre Albacete fueron los de aviones republicanos que atacaban a los 'nacionales' sublevados que se atrincheraron en el Cuartel de la Guardia Civil. Los hicieron aviones de Los Alcázares entre el 21 y el 25 de julio de 1936, sobre todo en el entorno del acuartelamiento.
El día 25, sobre Albacete cayeron bombas de los dos bandos: primero de los republicanos, que intentaban tomar la ciudad, y luego de los franquistas, una vez que la consideraron perdida.
Para el ataque del día 19 de febrero, el relato del gobernador parece ser, por ahora, la fuente más completa. Justo Martínez Amutio explica que a las ocho y veinte llegaron dos aparatos, que lanzaron algunas bombas y se retiraron en cinco minutos. Diez minutos después llegó otro avión, cuyas bombas ya causaron las primeras víctimas. A las nueve de la noche llegó otro avión, y hasta las diez y media hubo otras tres aciones, una de ellas con dos aparatos. El ataque, de aviones aislados o de dos en dos, siguió hasta la una y veinte de la madrugada.
El médico
Amutio resalta muy especialmente -en su libro 'Chantaje a un pueblo'- lo sucedido a un médico de las Brigadas Internacionales: «acababa de hablar con un capitán médico belga de las BI, que con un equipo de camilleros y un practicante habían recogido las víctimas de uno de dichos locales, el que al regresar hacia la Base y distinguirme en la esquina del Gran Hotel, se acercó a saludarme y ponerse a mi disposición. Recogiendo información del Jefe de Asalto le indiqué fuese con el equipo a una zona cercana a la estación, donde una bomba había causado alguna víctima».
«El hombre no vaciló -prosigue Amutio- y atendiendo la indicación del comandante de Asalto, tomó la avenida de la Estación, junto con su equipo, y a unos ciento cincuenta metros del Gran Hotel, frente a los edificios de la Diputación y la Audiencia -a los dos lados de la Avenida- fueron alcanzados por una potente bomba que los mató a todos. Aquel hombre fue víctima de su generosidad y en cumplimiento de un deber como médico».
Otras fuentes, como la prensa local, afirman que el bombardeo se prolongó seis horas.
Muy probablemente, según afirma el historiador Jesús Salas Larrazábal, los aviones eran alemanes, la mayoría Junkers 52 (un trimotor polivalente), y procedían de la base de Tablada, en Sevilla, a cuatrocientos kilómetros de Albacete. Formaban parte de la colaboración de la Alemania de Hitler con la sublevación franquista.
La gran batalla
La batalla del Jarama fue un intento de tomar Madrid que se inició el 6 de febrero de 1937, y fue una verdadera carnicería, en la que murieron más de 15.000 combatientes; en ella, las Brigadas Internacionales hicieron de fuerza de choque y, en una sangrienta sucesión de ataques y contraataques, consiguieron rechazar el avance nacionalista y dejar seriamente reducido el potencial bélico de los Regulares y la Legión.
El 15 de febrero se produjo uno de los mayores contraataques de las Brigadas Internacionales; los tres días siguientes los combates fueron muy intensos, y el 19 (el del bombardeo de Albacete) la lucha había sido especialmente dura. En estos días, la aviación participó con toda su potencia por los dos bandos.
Ese es el factor que puede explicar la intensidad del bombardeo de Albacete; el propio Martínez Amutio afirma que el objetivo de los aviones parecía claro: «la estación ferroviaria, donde suponían que estaban almacenados cerca de trescientos vagones con material de guerra». Se trataría así de cortar los suministros a las Brigadas que combatían a muerte, para proteger Madrid, en el Jarama. Sin embargo, no consta que ni la estación ni las vías (por aquel entonces ocupaban lo que ahora es Parque Lineal) sufrieran el impacto de las bombas, que sí cayeron en otros muchos lugares de la ciudad, especialmente en la zona de lo que hoy es el Paseo de la Libertad, calle Ancha y barrio de la Feria.
El aviador republicano Modesto Muñoz, que se encontraba en La Torrecica, ha relatado que las bombas también cayeron en el aeródromo, pero sin causar daños. Afirma también que el 'general Douglas', a la vista de los daños del bombardeo en la ciudad, ordenó el bombardeo en represalia de tres ciudades del bando nacional, lo que le provocó un desencuentro con el ministro Indalecio Prieto.
Albacete no era una ciudad totalmente indefensa. En aquel momento, ya contaba con dos baterías antiaéreas; una en la propia ciudad (José Calderón lo ubica donde ahora está el estadio Carlos Belmonte), y otra en el aeródromo de Los Llanos. Los dos, según Amutio, llegaron a entrar en acción de forma eficaz -aunque sin derribar ningún avión- la noche del 19 de febrero.
Hay otro elemento, que revela el entonces gobernador, que pudo haber cambiado las cosas, pero que no fue autorizado por los mandos de la Aviación republicana. Yakov Vladimirovich Smushkievich, alias 'General Douglas', aviador soviético al mando de Los Llanos, ofreció la posibilidad de que los cazas disponibles en el aeródromo y en el campo de Barrax salieran a defender la ciudad, lo que hubiera sido el primer combate aéreo nocturno. No se le permitió. El uso de cazas en misiones nocturnas de la Aviación Republicana tuvo que esperar hasta el verano de 1937, en gran parte impulsado por Smushkievich; en Albacete se formó la primera escuadrilla de bombardeo nocturno republicana.
El Ayuntamiento, en su primera reunión extraordinaria tras el bombardeo del 19 de febrero, acordó intensificar los trabajos de construcción de refugios, que se habían iniciado un mes antes (el 2 de enero había habido otro bombardeo, con diez muertos). También se acordaron algunas medidas de ayuda a las víctimas directas, entre ellas donar a perpetuidad la propiedad del nicho a la familia del jefe de la Guardia Municipal, Carlos Herráez, que murió en el bombardeo. Se pidió igualmente la solidaridad de todos los vecinos con quienes habían perdido sus casas, y se abrieron cuentas de socorro para ayudarles.
Represalias
Hay otro aspecto, no muy popular entre los historiadores, que puede considerarse un bárbaro 'efecto colateral' de los bombardeos, y que también costó vidas humanas en el caso de Albacete.
Se trata de las represalias por los bombardeos que se hicieron, también en los dos bandos, contra prisioneros. Cientos de vidas fueron segadas en venganza por los ataques; fueron auténticos linchamientos masivos, que se pretendió disfrazar de ejecuciones.
En Albacete, aunque el gobernador civil republicano Justo Martínez Amutio afirma que la 'saca' y los fusilamientos del 22 de septiembre de 1936 fueron represalia por un bombardeo, el historiador Francisco Fuster considera que no fue así.
Este mismo investigador relata que, tras el bombardeo del 19 de febrero de 1937, el gobernador Martínez Amutio hizo instalar ametralladoras en el entorno de la prisión provincial, para prevenir este tipo de represalias, que finalmente no se produjeron.
Pero sí hubo represalias contra los guardias civiles y militares que habían sido hechos prisioneros en el cuartel de Albacete, que habían sido trasladados a barcos prisión, especialmente el 'Río Sil'.
En agosto de 1936, tras el bombardeo en el que fue alcanzado el acorazado Jaime I (en el primer ataque de aviadores alemanes a fuerzas republicanas), diez de los detenidos del Río Sil fueron ametrallados en un callejón del puerto de Cartagena, y otros 52 fueron arrojados al agua en alta mar desde el Río Sil, atados de dos en dos y con pesos en los pies.
Arriba
Volver Atrás