María del Carmen Bañón Cifuentes es Licenciada en Derecho y en Geografía e Historia, actualmente trabaja como Técnico Arqueólogo de la Junta de Castilla La Mancha, y realiza su tesis doctoral en el Departamento de Historia de la Facultad de Humanidades de Albacete.
El gran espartizal que ocupa parte del sureste español no es fruto sólo de la naturaleza, sino que ha contado con la participación del hombre. Éste descubrió pronto las virtudes de una planta endémica de este rincón del Mediterráneo, desconocida para fenicios, griegos y romanos hasta que pisaron nuestro suelo. Por ello tiene un nombre prestado, el de una retama que crece en Grecia, aunque también se le llamó lino blanco, lino ibérico o lino cartaginés, pues fue este pueblo lo comercializó a gran escala en el Mundo Antiguo. El esparto se convirtió en el tesoro de los desiertos de Hispania.
El Campus Spartarius se extendía desde Cartagena, a la que algunos llaman Spartaria, hacia el interior, hasta el sur de lo que hoy es provincia de Albacete, marcando probablemente la primitiva Vía Augusta su límite septentrional. Siendo esta zona la mejor para el cultivo de esta gramínea.
La recolección del esparto, su tratamiento y su trabajo posterior permanecen inalterables a través de los siglos, y en nada parecen diferenciarse las sandalias calcolíticas de la Cueva de los Murciélagos (Granada), o los objetos descritos por autores clásicos, de cualquier producción artesana actual.
El presente trabajo es un compendio del realizado por la autora para la obtención del Diploma de Estudios Avanzados en la facultad de Humanidades de Albacete.