Monografías de Historia de Albacete, por Rafael Mateos y Sotos.

Del prólogo:

DON RAFAEL MATEOS y SOTOS, UN GRAN HISTORIADOR ALBACETENSE

... Don Rafael Mateos y Sotos nació en Albacete el 24 de octubre de  1864 y falleció el 18 de enero de 1928. De joven fue oficinista de la Diputación Provincial y marchó a Madrid con intención de estudiar para marino mercante. Es curiosa esta incipiente vocación de lobo de mar surgida en las interminables llanuras de la Mancha. Pero todo quedó solamente en proyecto y su vocación se dirigió, esta vez decididamente hacia la Historia, matriculándose para ello en la Escuela de Diplomática. Los estudios que en ella se realizaban equivalían a la actual carrera de Filosofía y Letras y su meta principal era la profesión de archivero. Ingresó en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos el 20 de mayo de 1889, mediante reñida oposición en la que sacó uno de los primeros números. Durante toda su vida estuvo orgulloso de haber tenido como compañero a don Angel Ganiuet, que sacó el número uno, y de que el presidente del tribunal de oposiciones fuera don Manuel Tamayo y Baus.

Fue destinado a dirigir el Archivo de Hacienda de Albacete, cargo que desempeñó entre 1889 y 1920, así como Archivero del Ayuntamiento de Albacete. Alguna alergia desconocida, por culpa del polvo de siglos encerrado en los legajos, le provocó un eccema terrible en las manos, llegándosele a caer incluso las uñas. Así pues, llevó su vocación de archivero hasta el sacrificio. Superó este contratiempo gracias a su gran espíritu, que no logró alejarle de sus inclinaciones investigadoras, pero no obstante no tuvo más remedio que pedir un traslado, para ver si de este modo lograba vencer aquella enfermedad. En 1920 fue destinado al Archivo Regional de Galicia, pero no llegó a ir a Santiago, pues en el mismo año obtuvo un destino más cómodo: en la Biblioteca de Albacete, donde estaría ya hasta el resto de su vida. Alejado de la causa de su alergia, se recuperó rápidamente de su terrible dolencia.

Don Rafael Mateos fue cronista oficial de la provincia de Albacete y correspondiente de varias academias y sociedades científicas, entre ellas la Real Academia de la Historia y la de Buenas Letras de Málaga, así como representante en nuestra provincia de la Asociación de Escritores y Artistas. Su vida fue la clásica de un intelectual de principios de siglo: la humanidad y la modestia presidieron sus actos. Rico, archimillonario en ideas y en riqueza intelectual, pero sin poder lograr nunca una retribución económica acorde con sus merecimientos. Para ayudarse un poco tuvo que dedicarse, ¡en aquellos tiempos también!, al pluriempleo: además de archivero del Estado lo era también del municipio y diariamente daba clases en el acreditado colegio de don Isidro Gámez.

El espíritu didáctico era una constante en su vida. Y hay una buena anécdota que lo define: Un día llegó un estudiante a la Biblioteca y le dijo: «¡Déme usted ese libro!», Don Rafael Mateos se le quedó mirando fijamente y empezó a hablarle muy despacio: «Bueno, vamos a ver. De modo que dice usted que buenos días, que cómo estoy y que si quiero hacer el favor de dejarle a usted ese libro».

Como casi todos los intelectuales de su tiempo, fue también un poeta consumado. Publicó sus producciones, sobre todo, en multitud de periódicos albaceteños de finales y principios de siglo. Como poeta serio tenía todos los vicios y virtudes de la moda seguida por los poetas de entonces. Mucho más interesante fue como poeta festivo y burlesco, género en el que tenía grandes dosis de gracia. Aún se recuerda una carta que escribiera al relator de la Audiencia, don Maximiliano Martinez, por encargo de los demás compañeros del Casino Artístico, presididos por el doctor don Andrés Collado Piña. El grupo recibía el título de -el.a tertulia del agua», sin duda por el gasto excesivo que hacían del liquido elemento, para desesperación del repostero del Casino. ...


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