Aurelio Pretel Marín
ALBACETENSES EN RUSIA, 1941-42: UNA ORLA DEL PRIMER CONTINGENTE DE LA DEV (LA «DIVISIÓN AZUL»)
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ge durante la contienda, gozaba, al parecer, de cierta autoridad (de
hecho, en la orla ocupa un lugar relevante). En su crónica, en línea
radical hedillista, cargará contra aquellos «reptiles despreciables»,
«señoritos», «caciques sempiternos», que en la Guerra Civil se refu-
giaron en sus cotos de caza o en el extranjero, en lugar de marcharse
a combatir al frente -solamente le falta ponerse como ejemplo- y
ahora estorban la marcha de la revolución nacional-sindicalista y
pretenden seguir explotando al obrero y usando su dinero de esca-
bel para sus ilegítimas ambiciones políticas (un dardo dirigido con-
tra terratenientes como Manuel Lodares, que hasta poco antes fue
alcalde de Albacete, con su camisa azul, pero fue forzado a dimitir
por el gobernador, y quién sabe si no contra algún otro miembro
de su propio partido). Otros, en cambio, pintan un Albacete idílico,
como hace Javier Sánchez Carrilero, que se escandaliza ante la falta
de libertades públicas y las deportaciones o el terror que sufrían los
ciudadanos rusos, viviendo «en casas grises que semejan hormigue-
ros humanos» o «barracas de madera sucias y malolientes»; como
si en su ciudad no hubiera paredones, cárceles y chabolas, ni perso-
nas viviendo «
chozas, cabañas o cuevas inmundas, como en los buenos tiempos
prehistóricos», como reconocía poco antes el primer gobernador
franquista, Parellada García.
Desde mayo comienzan a llegar grupos de repatriados, reci-
bidos como héroes, cosa que se comprende, y ¡como vencedores!,
cosa más discutible. En el primero llegan, entre otros, Domingo Ro-
dríguez Romera, Manuel Podio, Ricardo Acebal, Estanislao Masiá,
Rafael Fernández López y Luis Martínez de la Ossa, quien el 11 de
junio se descuelga, en el diario Albacete, escribiendo un artículo lle-
no de admiración al pueblo y al ejército alemán, en el que trata a
Hitler de «genio universal que imbuyó a la gran tabla de logaritmos
que es su ejército el espíritu del gran pueblo alemán», y recuerda
de paso que «la vida es milicia», como ya decía José Antonio, tanto
para los que quedaron en Rusia combatiendo como para el conjunto
de civiles que están en Albacete. Pocos días después llegará la se-