Aurelio Pretel Marín
ALBACETENSES EN RUSIA, 1941-42: UNA ORLA DEL PRIMER CONTINGENTE DE LA DEV (LA «DIVISIÓN AZUL»)
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Hace poco cayó, por azar, en mis manos, una curiosa orla que
los albacetenses del primer contingente de la DEV o División Espa-
ñola de Voluntarios, mucho más conocida por el nombre de División
Azul con que los falangistas consiguieron patrimonializarla, y en
Alemania como 205 División de la Wehrmacht, o 250 Spanien Divi-
sion (lo de Blau División es un contagio del nombre en español), hi-

ALBACETENSES EN RUSIA, 1941-42: UNA ORLA DEL PRIMER
CONTINGENTE DE LA DEV (LA «DIVISIÓN AZUL»)
ALBACETENSES IN RUSSIA, 1941-42: A PROM PICTURE OF THE
FIRST CONTINGENT OF THE DEV (THE "BLUE DIVISION")
Aurelio Pretel Marín
Instituto de Estudios Albacetenses «Don Juan Manuel»
Albacete, España
apretelmarin@gmail.com
Cómo citar este artículo: Pretel Marín, A. (2021). Albacetenses en Rusia, 1941-
42: una orla del primer contingente de la DEV (la «División Azul»). Al-Basit (66),
301-331. http://doi.org/10.37927/al-basit.66_8
Recibido/Received: 14-05-2021
Aceptado/Accepted: 01-07-2021
ABSTRACT: An unpublished
document, which presents the
photos of 120 volunteers from

sent to Russia in 1941, and they
returned in 1942, is the basis of
a small study that aims to explain
their reasons for going and the

ones.
KEYWORDS: Albacete. II Guerra
Mundial. División Azul. Rusia.
RESUMEN: Un documento inédi-
to, que presenta las fotos de 120
voluntarios del primer contin-
gente que Albacete envió a Rusia
en 1941, y regresaron en 1942,
es la base de un pequeño estudio
que pretende explicar sus moti-
vos para ir y la ausencia de algu-

PALABRAS CLAVE: Albacete. II
Guerra Mundial. División Azul.
Rusia.
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experiencia bélica. Como tal documento, no es ningún prodigio de
objetividad ni exactitud histórica, puesto que no están todos, como
podremos ver; y tampoco parece excepcional o único, porque luego
he sabido que quedan otras copias en el mismo Albacete, y que los
hay también bastante semejantes de otras localidades y provincias
de España. Sin embargo, contiene bastante información, hasta el
momento inédita, sobre el nombre, el primer apellido y el aspecto
de los divisionarios… Y algún que otro enigma, que intentaré aclarar

abusando de la amabilidad de don Raúl Rodríguez, secretario actual
de la Hermandad, y de Amador Rodríguez, igualmente sobrino del
que fue presidente, a los que he de empezar reconociendo su pa-
ciencia y ayuda y las ilustraciones que me han proporcionado.
La orla es un rectángulo de 74 X 52 cm. recorrido en su par-
-
cripción grandilocuente, racista y fanfarrona: «Duro es el enemigo
y muy duro el invierno ruso, pero no importa: más dura es mi raza.
Muñoz Grande»
-
cudo propio de aquella División y el águila germana con la esvástica
(por cierto, del revés), en la que están aquellos que ostentaban car-
gos en el Partido o las instituciones, presididos por el gobernador y
jefe provincial de FET y de las JONS, Ramón Laporta (que también
se alistó, aunque pronto encontró responsabilidades más urgentes
que la de ir a Rusia), junto a Pedro Lamata, Ricardo Acebal, Manuel
de Luna Barrios, José de Luna Cañizares, Enrique Serra, Juan Pedro
Fernández, Francisco Soriano y Ramón Aguilar, delegado del SEU
(los dos últimos volvieron mutilados). Más abajo, otras 100 fotogra-

Badía, José García y Cándido García, José González, Enrique Jiménez,
Manuel Flores (que en realidad murió al volver a Albacete, el 16 de
abril) y Federico Martínez (que es Martínez-Falero, cuya muerte se
supo en la ciudad a mediados de junio, lo que permitiría fechar el
documento después de dicho mes y antes del de julio, cuando la re-
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lación alcanza ya los 13), que rodean a su vez a la Patrona, la Virgen
de los Llanos. Faltan cuatro difuntos -que debieran ser cinco, por lo
-
blica el periódico Albacete del día 2 de julio (Agustín López, Vicente
Sánchez, Antonio Landete, Ricardo López Sánchez y cierto Gaspar
Pérez, que es una confusión). Estos 100, o 101, están distribuidos en

inferior. En total, 110 divisionarios vivos, incluido Laporta, que se
enroló y no fue, y Lamata, que había sido el único gestor municipal
que se alistó en respuesta a la convocatoria, más los 8 difuntos men-
cionados, casi todos vestidos de uniforme alemán, algunos con la
boina o el gorro falangista, y alguno de paisano.
Homenaje a los que iban a salir para Rusia, en el «Hogar José Antonio»
de Albacete, el 28 de junio de 1941.
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luntarios vivos y de ocho caídos, que debieran ser 9, a los cuales
habría que sumar los cinco que se añaden en la esquela de julio. Por
tanto, conocemos el nombre y el primer apellido de por lo menos
124 soldados del primer contingente que salió de nuestra capital a
principios de julio de 1941; es decir, la mitad, o poco menos, de los
275 hombres de toda la provincia -de casi 1.000 inscritos- que Alcal-
de ha calculado partieron desde ella para Rusia (según el presidente
de la Hermandad, Romera, de 540 voluntarios llegaron a Valencia
350; que serían 329 para el autor citado, aunque fueron devueltos
a Albacete 54 de ellos). A excepción de Laporta, que está en razón
del cargo y en el pobre papel de «capitán Araña», son todos los que
-
recieron, en la campaña rusa, como Pedro Ramírez Gutiérrez, del
que no hay noticia, quizá porque se hubieran enterrado sus restos
con nombre equivocado, como podremos ver…, y ciertos personajes

En todo caso, ellos fueron los que llevaron la sangre de Albacete
(mejor dicho, de parte de Albacete) a las estepas rusas en aquella
aventura que para algunos fue una continuación de la Guerra Civil e
incluso una cruzada movida por el odio al comunismo ruso, aunque
es obvio que este no era responsable no solamente ya de la gue-
rra de España, pese a lo que dijera Ramón Serrano Suñer, sino de
la Mundial (recordemos que esta comienza tras el pacto Von Rib-
bentrop-Molotov y el reparto entre ambos de Polonia, en agosto de
1939, y que el entendimiento entre Stalin y Hitler no se rompe hasta
junio de 1941, con la agresión de aquel contra la Unión Soviética).
Propagandas aparte, la auténtica razón de su presencia en
Rusia era más complicada y no se debe solo al anticomunismo: aun-
que no se atrevía a provocar a Churchill y a los americanos (que po-
dían tomar fácilmente Canarias e invadir la Península), el tortuoso
Franco seguía manteniendo su «no beligerancia» y su oferta de en-
trar en la contienda contra los aliados si Alemania le hacía algunas
concesiones, que para Hitler eran gravosas e imposibles. En medio,
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el «cuñadísimo» y ministro Ramón Serrano Suñer, partidario del Eje,
no lograba el acuerdo: habían fracasado la entrevista de Hendaya, el

con la invasión de Rusia por los nazis, el 22 de junio de 1941, volvía
renacer una oportunidad de contentar al Führer y recobrar poder
frente a los militares -sobre todo, el general Varela, sobornado por

y otros competidores dentro del Movimiento. Solo dos días después
de la invasión de Rusia, Serrano declaró que esta era culpable de
la Guerra Civil y de la muerte del mártir José Antonio (que murió
en Alicante, no en Moscú, y sentenciado por un tribunal español), y
dejó bien patente su intención de luchar «junto a las mejores tropas
del mundo», para «contribuir en la fundación de la unidad de Euro-
pa». Se supone, obviamente, que una Europa gobernada por Hitler,
competidor de Stalin por el título de mayor asesino de la Historia
de este continente, al que los voluntarios juraron lealtad en Gra-
fenwöhr, en agosto de 1941, cuando ya parecía que el ejército ruso
estaba derrotado. Por su parte, el Caudillo dejaría bien claro que
aquellas «democracias plutocráticas», irían al desastre por aliar-
se al «criminal dictador» Stalin, lo que las enfrentaba a «nuestros
camaradas del Eje», a los que iba a unirse la juventud de España,
como han visto Suárez Fernández y Preston desde sus diferentes
perspectivas. Esto provocaría advertencias británicas, movimientos
de alerta entre los generales españoles, que en agosto enviaron a
Orgaz y Aranda -sobornados también por los ingleses- al palacio de
El Pardo, como señala Preston, e impusieron un nuevo frenazo en el
proceso de incorporación a la Guerra Mundial; pero, en tanto, Serra-
no había conseguido tener la iniciativa y meter en la misma a miles
de españoles. Si estos eran conscientes o no de las razones por las
que iban a Rusia es pregunta que tiene mil posibles respuestas, casi
tantas como divisionarios.
Desde luego, parece que la gran mayoría de los jóvenes que
salieron en julio de 1941 de la antigua estación albacetense, al en-
gañoso grito de «Rusia es culpable», eran ya «falangistas», aunque
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esto no dice demasiado, pues entonces se entendía por tales no solo
a los fascistas de la antigua Falange Española y de las JONS, sino a
conservadores y nacionalcatólicos confundidos con ellos en el cajón
-
dencias reaccionarias y revolucionarias, donde prácticamente cabía
todo el mundo, incluidos no pocos anarquistas, que pasaron de la
CNT a la CNS y se aferraron con fuerza al «salvavidas», como algu-
nos llamaban a la camisa azul. Entre los de Albacete no encontrare-
-
ron del triunfo del franquismo (solo hay un Legorburo, de segundo
apellido). En cambio, sí veremos algún «camisa vieja» (pocos, por-
que jamás habían sido muchos, y bastantes habían sucumbido tras
fracasar el golpe del año 36, sin contar con que ya no estaban en

Movimiento, chicos de clase media deseosos de gloria, estudiantes
y maestros (se ha dicho que el nivel cultural era muy superior al de
otras unidades, pero aquí solamente sabemos de unos cuantos), e
incluso algún que otro médico o abogado que ya sobrepasaban la
edad de alistamiento, pero habían de limpiar su ejecutoria o la de
sus parientes. Junto a ellos, devotos de la Virgen de los Llanos, an-
tiguos dirigentes de la Federación de Estudiantes Católicos, y ahora
del SEU falangista, como Aguilar Granados…, e incluso algún agnós-
tico, como parece ser Martínez de la Ossa, que además tenía ante-
cedentes poco recomendables desde el punto de vista falangista. Y
es de suponer que, como en toda España, personas sin trabajo, ex-
militares del bando equivocado, algún ladrón vulgar que huía de los
jueces, algún «indeseable» de aquellos que Laporta había detectado
un par de años antes entre los militantes de Falange de toda la pro-

por las palabras de los pocos que lo hacen.
Desde luego, no es fácil resumir la casuística, y tan falso se-

muchachos engañados por una propaganda religiosa y patriótica
exaltada, que rezuma en las crónicas y escritos que enviaban desde
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
tiempos, dominan las ideas falangistas, católicas o de extrema dere-
cha, que son muy diferentes, pero tienden a unirse en la posguerra
dentro del Movimiento, de quienes no llegaron a conocer el frente,
pero participaron en el golpe de 1936 -como hicieron Remigio Mar-
tínez Espinosa y su padre, o Ricardo Acebal, hijo de un magistrado
que dice haber sufrido persecución política- y quedaron con ganas
de aventura después de la contienda. Otros, también muy jóvenes,
como Sánchez Carrilero, ya habían realizado en 1937, con 18 años,
reuniones clandestinas en su casa y en la imprenta Collado con Car-
los y Manuel Belmonte, Atanasio Orovigt y otros sospechosos, según
Asensio Puche, el policía que les siguió la pista (fusilado, por cierto,

gustosos a FET y de las JONS.
Otros, habían pasado por las cárceles «rojas» -más bien, re-
publicanas-, como Pedro Lamata, por su actuación en julio de 1936,
y otros se verían impulsados, como Serna y Podio, por el rencor a
aquellos que habían asesinado o fusilado por sentencia legal a pa-
rientes cercanos a raíz del fracaso del golpe militar. O, todo lo con-
trario, querían lavar culpas familiares o propias: los hermanos Bel-
monte, por ejemplo, eran hijos de un conocido líder republicano;
los Ramírez de Lucas, Juan y Antonio, tenían a su hermano mayor
en el exilio, aunque el primero de ellos, que además fue amante del
poeta García Lorca, fusilado en Granada, suele manifestarse como
un falangista convencido. Otros, sencillamente, se dejaron llevar por
una propaganda épica fomentada por los medios de comunicación,
o bien por las promesas de mejora social o laboral que se les ofre-
cían: doble paga, alemana y española, dispensa de derechos y tasas
académicas y prioridad en las oposiciones al cuerpo de maestros o
al de policía, por no hablar de la administración local o de los sindi-
catos, y abono de una parte de su sueldo, hasta que regresaran, a los
trabajadores de la Diputación.
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La «alegre muchachada» en camino hacia Rusia.
Una vez enrolados, aquellos voluntarios cumplieron su de-
ber con mayor o menor arrojo y entusiasmo, e incluso se ganaron,
según dicen algunos, el aplauso alemán y el respeto enemigo, aun-
que la mayoría no cuenta su experiencia ni escribe en los periódicos.
Sí lo hacen, en cambio, Juan Ramírez de Lucas, Rafael Prieto Alarcón,
Raúl Rodríguez, Luis Martínez de la Ossa, José de Luna Cañizares y
Sánchez Carrilero, que enviaron sus crónicas, henchidas de fervor
religioso y patriótico, de odio al comunismo, al que la propaganda
hacía responsable de los males de España, y de admiración hacia el
pueblo alemán (y hacia sus dirigentes, aunque que el último de ellos
niegue tal simpatía cuando en 1992 recopila las suyas en un libro).
Incluso de desprecio, no exento de amenazas, hacia los «señoritos»
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-
da.
Entre los voluntarios hubo ideas distintas, pero todos lucha-
ron, y algunos se dejaron la vida en las estepas, empezando por Dio-
nisio Acebal, enterrado el 30 noviembre de 1941, y Luis Badía, en
diciembre, abatidos los dos por francotiradores, o Cándido García,
cuyo recordatorio dice que falleció el 19 de enero, con 20 años, y
sabemos que fue enterrado el 10 de febrero, aunque un compañero,
entrevistado en La Voz de Albacete, informa de su muerte a causa de
un obús que cayó en su trinchera y exagera diciendo que tardaron
tres meses en hacerlo porque había más de un metro de nieve con-
gelada. Más o menos entonces cayó Pedro Ramírez Gutiérrez, al que
no se menciona ni en el cuadro de honor ni en las esquelas, quizá
porque en su tumba, que se ve en primer término en una de las fo-
tos que trajeron a España sus paisanos, aparece, sin duda por error,
bajo el nombre de Pedro Romero -no Ramírez- Gutierrez (aunque
hay otro Pedro Romero que sí
con su gorro y guerrera alemana). Lo curioso del caso es que los
familiares de Ramírez, tal vez por ignorar la fecha de su muerte y no
tener acceso a otra imagen de él vestido de uniforme, usaron el de
Cándido, cambiándole los nombres y borrando los ojos del difunto.
Recordatorio auténtico de Cándido García, con la foto aportada por su amiga
Encarnita Martínez a La Voz de Albacete el 22 de julio de 1980.
A la derecha vemos el de Pedro Ramírez (no Romero).
Aurelio Pretel Marín
ALBACETENSES EN RUSIA, 1941-42: UNA ORLA DEL PRIMER CONTINGENTE DE LA DEV (LA «DIVISIÓN AZUL»)
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Cementerio español. En primer término, la tumba de Pedro Romero Gutiérrez.
Traslado del cadáver de Cándido García para su inhumación.
Pronto comenzarían a llegar a Albacete los enfermos y heri-
dos (por lo menos, Jerónimo Martínez y José Gabaldón), y los nom-
bres de los divisionarios que ya no volverían: como ya señalamos, en
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la esquela que publica el periódico local del día 5 de mayo de 1942
aparecían siete de los ocho caídos de la orla, aunque faltan en ella
Manuel Flores, que había fallecido en Albacete el 16 de abril, y Fede-
rico Martínez-Falero, cuya muerte se supo a mediados de junio. En
cambio, no encontramos en la orla a Gaspar García Quintanilla, que

Pérez Quintanilla, junto con otros nuevos: Ricardo López Sánchez,
Antonio Landete, Vicente Sánchez y Agustín López Montero, hasta
un total de trece. Esta falta absoluta de rigor en los datos, y la falta
de otros, como Pedro Ramírez, ya citado, pueden dar una idea de la
improvisación con que se realizaron la movilización o la repatria-
ción. En febrero, no obstante, se habían publicado unos versos que
envía desde Rusia Juan Ramírez de Lucas a Cándido García, su cama-
rada muerto, y una sentida crónica de Sánchez Carrilero hablando
de Ramón Aguilar, de las heridas que ha sufrido en el frente, desean-
do volver a cantar juntos el Cara al Sol al cielo claro de la patria, y
del fallecimiento de Cándido García y Enrique Jiménez. No faltaran
menciones y recuerdos más o menos cargados de lirismo y emoción
religiosa y patriótica, que cruzarán Europa en ambas direcciones,
aunque algunos tendrán que conformarse con mandar sus saludos
y noticias sobre su buen estado de salud por la radio, como Pedro
Jiménez y Antonio Vallescó (que, por cierto, después no salen en la
orla, ignoramos por qué).
-
do de la Guerra Civil, del Movimiento y de la División: el día 3 de
marzo se había publicado un artículo crítico de José de Luna Cañi-
zares, un maestro interino de los de la República, que, al alistarse en
julio, no pudo presentarse a las oposiciones de maestros de agosto
de 1941, para las que ya en marzo había presentado méritos prefe-
rentes como hijo de muerto por los «rojos» y como excombatiente
(lo cual quiere decir que se habría pasado al otro bando desde el
-
rio, que sin duda sería de los pocos que habían combatido en las
-
Aurelio Pretel Marín
ALBACETENSES EN RUSIA, 1941-42: UNA ORLA DEL PRIMER CONTINGENTE DE LA DEV (LA «DIVISIÓN AZUL»)
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ge durante la contienda, gozaba, al parecer, de cierta autoridad (de
hecho, en la orla ocupa un lugar relevante). En su crónica, en línea
radical hedillista, cargará contra aquellos «reptiles despreciables»,
«señoritos», «caciques sempiternos», que en la Guerra Civil se refu-
giaron en sus cotos de caza o en el extranjero, en lugar de marcharse
a combatir al frente -solamente le falta ponerse como ejemplo- y
ahora estorban la marcha de la revolución nacional-sindicalista y
pretenden seguir explotando al obrero y usando su dinero de esca-
bel para sus ilegítimas ambiciones políticas (un dardo dirigido con-
tra terratenientes como Manuel Lodares, que hasta poco antes fue
alcalde de Albacete, con su camisa azul, pero fue forzado a dimitir
por el gobernador, y quién sabe si no contra algún otro miembro
de su propio partido). Otros, en cambio, pintan un Albacete idílico,
como hace Javier Sánchez Carrilero, que se escandaliza ante la falta
de libertades públicas y las deportaciones o el terror que sufrían los
ciudadanos rusos, viviendo «en casas grises que semejan hormigue-
ros humanos» o «barracas de madera sucias y malolientes»; como
si en su ciudad no hubiera paredones, cárceles y chabolas, ni perso-
nas viviendo «
chozas, cabañas o cuevas inmundas, como en los buenos tiempos
prehistóricos», como reconocía poco antes el primer gobernador
franquista, Parellada García.
Desde mayo comienzan a llegar grupos de repatriados, reci-
bidos como héroes, cosa que se comprende, y ¡como vencedores!,
cosa más discutible. En el primero llegan, entre otros, Domingo Ro-
dríguez Romera, Manuel Podio, Ricardo Acebal, Estanislao Masiá,
Rafael Fernández López y Luis Martínez de la Ossa, quien el 11 de
junio se descuelga, en el diario Albacete, escribiendo un artículo lle-
no de admiración al pueblo y al ejército alemán, en el que trata a
Hitler de «genio universal que imbuyó a la gran tabla de logaritmos
que es su ejército el espíritu del gran pueblo alemán», y recuerda
de paso que «la vida es milicia», como ya decía José Antonio, tanto
para los que quedaron en Rusia combatiendo como para el conjunto
de civiles que están en Albacete. Pocos días después llegará la se-
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gunda expedición, con José Belmonte González y Remigio Martínez
Espinosa, y después José Saus, Manuel Luna, Antonio Cuerda, Pablo
Berruga y Gonzalo Botija, entre otros de toda la provincia, y Rafael
Tarruella, que sabemos llegó por esas fechas, aunque no es mencio-
nado. Todos ellos serían recibidos por la banda de música con inter-
pretación del Himno Nacional y una salve a la Virgen de los Llanos,
y por Ramón Laporta, gobernador y jefe provincial, que también era
divisionario, aunque no practicante), y con ellos vendrían las nue-
vas, por ejemplo, de las muertes de Antonio Landete, de Valdeganga,
y Federico Martínez-Falero, de Albacete. El 2 de julio el único diario
provincial publicaba la esquela de los 13 caídos de Albacete que se

un artículo -el último- de Sánchez Carrilero, titulado «Promesa cum-
plida».
Esquelas de caídos en el diario Albacete de 5 de mayo y 2 de julio.
Aurelio Pretel Marín
ALBACETENSES EN RUSIA, 1941-42: UNA ORLA DEL PRIMER CONTINGENTE DE LA DEV (LA «DIVISIÓN AZUL»)
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Recepción a los divisionarios por Laporta Girón y otros cargos del Movimiento (como se
puede ver, hay más jefes que indios)
Un contingente más, de 21 voluntarios de toda la provincia,
aunque la mayoría son de la capital, regresó el 6 de julio: José Ma-
nuel Rodríguez, Rafael Prieto, Francisco Carrilero, Juan López, Joa-
quín Escrivá, Enrique Paz Navío, Pedro Pérez Peral, Pedro Sáinz de
Baranda, Juan Ortuño, Pedro Orovigt, Paulino Biosca, Jesús Cerro y
Antonio Alarcón. Pocos días después (se puede ver la lista en el dia-
rio Albacete del 14 de julio) llegan Carlos Belmonte, Camilo Belmon-
te, José Joaquín Galdámez, Cándido Moreno, Enrique Alonso, Rafael
Ros, Francisco Cantos, Francisco Gandía, Eliecer Ochando y Antonio
Navarro, junto a Alonso Griñán, y otros, que es de creer sean de la

se habla de la llegada de Otoniel Ramírez -no Ramírez de Lucas, que
estaba en el exilio, sino Ramírez Lara- y Ricardo Fernández Gutié-
rrez, con José Panadero, Antonio Ortuño, Jesús Sánchez, Rafael Gar-
cía Cuesta, Antonio Dueñas, José María González Miranda, y otros
tantos de diferentes pueblos. Y aún seguirán llegando nuevos pe-
queños grupos: el 13 de diciembre se habla de la entusiasta acogida
a Saturnino Cuevas, Rafael Ruiz, Francisco Navarro Vergara, Manuel
Jarque, Francisco Honrubia y José González López.
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Por entonces, y acaso desde junio, puesto que los caídos co-

la orla, en la que puede haber errores burocráticos (nos dicen que
hay algunos que no pisaron Rusia), aunque la mayoría de los nom-
bres y fotos son bastante correctos. Son 120 hombres, más o me-
nos los mismos que aparecen en la de Valladolid, ciudad mucho más
grande y con mayor tradición falangista; más que en la de Toledo
(aunque esta no dice que se trate solo de la ciudad), y más que la de
Asturias, que no llega a 90. Se ha dicho que Albacete dio más divi-
sionarios que otras muchas provincias, lo cual se ha atribuido a los
padecimientos bajo el «dominio rojo», o al hecho de que muchos no
habían combatido durante la contienda o lo hicieron en campo equi-
vocado, por lo que ahora tenían que demostrar su apoyo al régimen
franquista. Pero lo llamativo, como ya queda dicho, es que faltan al-
gunos de los más conocidos, como Luis Martínez de la Ossa, Carlos
Belmonte y Gonzalo Botija, que serían después alcaldes de Albacete.
Una ausencia que solo se podría explicar porque se autoexcluyeran,

ón, lo que a
su vez plantea otros interrogantes:
¿Qué tienen en común Martínez de la Ossa y Gonzalo Botija?
Un pasado izquierdista durante la República y la Guerra Civil, cuan-
do el primero había militado en la FUE y fue teniente médico de
una Brigada Mixta (en la que Gómez Flores dice que coincidió con
Otoniel Ramírez -de Lucas, que no Lara- y con José Vergara), y el se-
gundo formó parte del grupo de letrados de izquierdas que exigió al
Frente Popular el cese de la Junta del Colegio de Abogados, a la que
relevó, en agosto de 1936. Los hermanos Belmonte, como ya señala-
mos, tenían un pasado mucho más «presentable» desde el punto de
vista falangista, pero formaban parte de una «buena familia» y ade-
más eran hijos del médico oftalmólogo don Nicolás Belmonte, líder
de Acción Republicana, el partido de Azaña. Y aunque todos se ha-

podían ser considerados miembros de aquella burguesía denostada
Aurelio Pretel Marín
ALBACETENSES EN RUSIA, 1941-42: UNA ORLA DEL PRIMER CONTINGENTE DE LA DEV (LA «DIVISIÓN AZUL»)
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por los más radicales falangistas como José de Luna, ahora delega-
do del Frente de Juventudes. Como no me convence la idea de que
falten por haberse alistado en las provincias de las que eran nativos,
porque llevaban muchos años en Albacete, no encuentro otra razón,

hace -recordemos- en el 42.
Con todo, hay otros nombres que faltan en la orla, por lo que
no sería prudente asegurar que Martínez de la Ossa, Botija y los Bel-
monte hayan sido excluidos contra su voluntad. También pudiera
ser simple casualidad, aunque parece mucha casualidad la ausencia

en Sindicatos o en el Ayuntamiento y la Diputación en los años cin-
cuenta y sesenta, cuando además nos dicen que eran muy aprecia-
dos dentro de la Hermandad. Pero hay que advertir que ya por es-
tas fechas -de los años cincuenta en adelante- los excesos verbales
de la Falange antigua y la «revolución pendiente» se habían diluido
dentro de aquel engendro llamado Movimiento, donde cabía todo
lo que no discrepara. En plena Guerra Fría, ni Franco, convertido en
amigo vergonzante de los americanos, ni España, que iniciaba la re-
cuperación tras la oscura posguerra, ni los supervivientes de la DEV,
cada vez más ajenos al poder y menos falangistas, eran ya los alia-
dos de la Alemania nazi de los años cuarenta. Y en los divisionarios
-bastantes de los cuales estaban colocados gracias a las ventajas que
esta condición les había ofrecido- primaban mucho más los lazos de
hermandad que las posibles diferencias políticas.
Más rara todavía es la ausencia en la orla de Remigio Martí-
nez Espinosa, un ultraderechista sin la menor sospecha. Aunque no
sea cierto lo que dice su hermana en El País de 7 de abril de 2006
sobre el alistamiento de sus cuatro hermanos, que la obligó a que-
darse a cuidar del negocio familiar (solo hemos sabido de Remigio y
de Luis García Sípido, que será su marido), la familia tenía todas las
condiciones para ser respetada entre los vencedores de la Guerra
Civil: su tienda fue asaltada y destrozada en marzo de 1936 y Remi-
gio y su padre, secretario de Acción Popular durante la República,
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salieron a apoyar a la Guardia Civil en el golpe de julio de ese año,
armados de escopetas, deteniendo a supuestos izquierdistas, lo que
les llevaría a los dos a la cárcel (Tita cuenta que ella colocó la ban-
dera bicolor que cosió mientras tanto, en día que los dos salieron de
prisión a raíz de la entrada en Albacete de las tropas fascistas, que
sería el 29 de marzo de 1939). Es de creer que entonces Remigio se

crónicas de Sánchez Carrilero, cuenta cómo los dos lanzaron por la
radio, en el 41, la primera proclama animando a los jóvenes a unirse
a la aventura azul. Por lo tanto, en principio no cabe, en este caso,
pensar que su omisión se debiera a cualquier antecedente «rojo».
Otro misterio más, que tendrá que aclarar quien pueda y sepa.
Pero ya para entonces, con las nuevas que traían los expedi-
cionarios repatriados, los voluntarios iban siendo cada vez menos,
hasta el punto de no cubrirse las vacantes, como ha señalado Rodrí-
guez Jiménez al respecto, a pesar del decreto que igualaba en venta-
jas a los divisionarios con los excombatientes de la Guerra Civil -que
ocupaban ya muchas de las plazas vacantes en la Administración- y
de la elevación de la presión social sobre los remolones. En Albacete
aún se alistaron algunos voluntarios auténticos, que no pudieron ir
en la primera tanda, pero es de suponer que tampoco faltaran, como
ocurre en el resto del país, soldados de reemplazo que querían acor-
tar su servicio militar y hacer méritos (mucho más numerosos de
lo que se supone, según cifras del autor mencionado), «voluntarios
forzosos», e incluso castigados, como podremos ver por los escritos
del general Esteban en el 43. Ni los que pretendían huir de la jus-
ticia, como muestran después varias requisitorias judiciales publi-

Albacete.
Mientras tanto, el 13 de octubre el diario Albacete comenza-
ba con un comunicado del Cuartel General del Führer, titulando: «La
División Azul machaca al Comunismo», en alusión a un contraata-
que en el Cáucaso. Pero la mayoría de los divisionarios ya están en
sus hogares, aunque algunos no han vuelto: el 29 de octubre, en un
Aurelio Pretel Marín
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acto solemne, ante el monumento del parque a los Caídos de la Gue-
rra Civil, a los que ahora se añade los de la División, Ramón Laporta
impone a la madre de José González López la Cruz de Hierro envia-
da por las autoridades alemanas junto con unas cuantas paletadas
de tierra de las tumbas de otros, que se habían colocado sobre un
pedestal con la bandera de la esvástica nazi en una caja de «plata»
(más bien parece zinc), desde el cual pasarían a otro con las de Es-
paña y Falange Española. Todo ello en presencia de las autoridades,
una guardia de honor divisionaria, la esposa de Laporta y las ma-
dres del citado González, Luis Badía y Ricardo Acebal, los primeros

monumento, donde se encontraría muchos años después.
Caja de plata o zinc con tierra de las tumbas de los divisionarios.
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Noticias en el diario Albacete sobre la concesión de condecoraciones a
Muñoz Grandes y al albacetense Ángel García Cuesta.
Pero, aunque todavía hubiera albacetenses combatiendo
contra la Unión Soviética, para la mayoría la aventura se había ter-
minado. El relevo en el mando de Agustín Muñoz Grandes -al que el
diario Albacete del día 31 de diciembre dedica sus elogios tras ser
condecorado por Hitler en persona con las hojas de roble sobre la
Cruz de Hierro- era todo un indicio de que la guerra no iba como la
propaganda se empeñaba en decir. Durante los primeros meses del
nuevo año 43 el citado periódico recuerda todavía esporádicamen-
te alguna expedición que va o vuelve del frente durante el mes de

que allí quedaron (el 3 de abril da cuenta de que se ha concedido la
Cruz de Hierro a Ángel García Cuesta, otro albacetense del segundo
relevo, del que no conocemos muchos nombres).
También podremos ver en el diario Albacete la crónica y la
foto del último homenaje que se rinde a las madres de los muertos
y la de un cementerio español en aquellas lejanas latitudes, donde
los «voluntarios» caían como moscas. Solo el «miércoles negro», 10
de febrero de 1943, en Krasni Bor, la División perdió 2.500 hombres
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ALBACETENSES EN RUSIA, 1941-42: UNA ORLA DEL PRIMER CONTINGENTE DE LA DEV (LA «DIVISIÓN AZUL»)
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entre muertos, heridos y desaparecidos (el famoso capitán Oro-
quieta calcula en un 90% las bajas de sus fuerzas); y es de suponer
que algunos de estos muertos y desaparecidos fueran albacetenses,
pero ni sobre ellos, ni de los que cayeron en los meses siguientes,
tenemos más noticias que la de un funeral, el 10 de agosto, por las
almas de Ángel Carrión Martínez, Dacio Robles, y José Hidalgo Gil,
fallecidos los dos primeros en los meses de mayo y junio. Por su-
puesto, tampoco las hay de desertores, ni de los prisioneros, de los
cuales Fulgencio García, Luis López, Telesforo Moreno y José Martí-
nez García, junto con otros tres de diferentes pueblos, regresaron en
el 54, a bordo del Semíramis, tras pasar once o doce años de cautive-
rio, cuando la mayoría de alemanes, rumanos e Italianos regresaron
en cinco. Silencio que contrasta con las demostraciones del verano
anterior y que puede atribuirse a que no fueran hijos de las buenas
familias, a que los falangistas no los reconocieran, o a que solo nom-
brar su participación al lado de nazis, y encima en una guerra que se
estaba perdiendo, ya resultara incómodo.
Además, por entonces los voluntarios eran baste más esca-
sos. Por más que algunos digan que no se hicieron levas más o me-
nos forzosas, el general Esteban Infantes, sucesor en el mando de
Agustín Muñoz Grandes, protesta por la baja calidad de los nuevos
reclutas, a menudo forzados e «indeseables», por su mala conducta
e intenciones, que están llegando a Rusia, y que pueden pasarse al
enemigo (como, por otra parte, parece que temía ya unos meses an-

convertir en un cuerpo disciplinario al que los hombres van solo
como castigo, como dice Rodríguez Jiménez en su artículo. Claro,
que nada de esto puede leerse aún en el diario Albacete, que habla
siempre de avances y victorias germanas en el frente del Este o en
el norte de África e Italia (a lo sumo, de «tácticas de repliegue», en
vez de retiradas), al tiempo que jalea al «invencible» ejército nipón
y da alguna noticia sobre hazañas heroicas de los divisionarios, que
van disminuyendo conforme van cambiando las tornas de la guerra
y empiezan a llegar las de los bombardeos sobre Berlín y Bremen.
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También encontraremos, aunque de tarde en tarde, las de los
funerales por los nuevos caídos -pocos, y más discretos- o sobre la
llegada, en el segundo semestre de este año, de nuevos contingentes
repatriados de Rusia, que reciben a veces homenajes en Irún, San
Sebastián, Valladolid o Burgos, pero no en Albacete, que se sepa. Eso
sí, encontraremos cada vez más noticias sobre actos cívico-religio-
sos, como la exaltación y entronización del Sagrado Corazón de Je-
sús, en la Delegación de Sindicatos, y misas de Campaña presididas
por las autoridades en línea con la imagen del nacional-catolicismo
que imponía el discurso de Luis Arrese, que el 8 de septiembre de
1943 dice en Burgos que España no solamente ya no es totalitaria,
sino que su destino «es unir al mundo en una norma espiritual y ca-
tólica». Tiene gracia, viniendo de la misma persona que había dado
a la DEV ese nombre de «Azul».
Madres de Caídos condecoradas en Albacete.
Un cementerio en Rusia. Imágenes del diario Albacete
Cuando, con las presiones de los anglosajones y el cambio
de cariz de la Guerra Mundial, España se declara neutral, en lugar
de «no beligerante» (que son cosas distintas), y es cesado Ramón
Serrano Suñer, la División será retirada del frente (solo permane-

hubo albacetenses). Pronto darán comienzo la «desfascistización»
del régimen franquista y la relegación de los divisionarios, en paran-
gón, al menos, con los excombatientes y excautivos de la Guerra Ci-
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ALBACETENSES EN RUSIA, 1941-42: UNA ORLA DEL PRIMER CONTINGENTE DE LA DEV (LA «DIVISIÓN AZUL»)
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vil, mucho mejor tratados, como han señalado Alcalde y Rodríguez.
La División Azul era un espejo incómodo que ofrecía la imagen del

lo que luego sería, «la memoria amarga de los perdedores dentro
del bando de los vencedores; es decir, la de aquellos sectores del ré-
gimen franquista que fracasaron en su intento de hacer una España
auténticamente fascista», como ha señalado Núñez Seixas. Si en su
día sirvió para pagar a Hitler sus apoyos de 1936-39 y aprovechar
sus triunfos en la Guerra Mundial, ahora, su retirada servirá de mo-
neda de cambio para aplacar a Roosevelt, Churchill y sus aliados, y
evitar la invasión, o que Franco se viera detenido, igual que Musso-
lini en aquel mes de julio, o juzgado después en algún juicio seme-
jante al de Nuremberg. Poco a poco, y en grupos numerosos, irían
regresando muchos divisionarios, que a veces son objeto de home-
najes en Irún, San Sebastián, Valladolid o Burgos, pero después se
pierden de manera discreta -y opaca- en sus provincias, de forma
que hoy en día no sabemos siquiera quiénes y cuantos fueron los
últimos paisanos que lucharon en Rusia.
Obviamente, los ricos «reptiles» aludidos por Luna Cañiza-
res recobrarán muy pronto, si es que alguna vez dejaron de tener-
lo, el control económico efectivo de las instituciones, valiéndose a
menudo de exdivisionarios obedientes al Jefe del Estado, como fue-
ron Martínez de la Ossa, Belmonte o Botija, precisamente tres que
faltan en la orla, que ostentan la alcaldía en los años cincuenta y
sesenta, pero sin irritar a los «poderes fácticos», aunque es cierto
que los terratenientes lo perdieron en parte, con el desarrollismo,
que no por exigencias del régimen franquista. Muchos divisionarios
tuvieron que sentirse defraudados, incluso utilizados, por la turbia
política del régimen, que los había usado de carne de cañón y aho-
ra comenzaba a volverles la espalda (el ministro Arrese, que había
visitado Albacete este año y rendido homenaje a los caídos y a los
divisionarios, ordenaba a los jefes provinciales olvidarse del totali-
tarismo y volcarse «en la paz y el trabajo», lo que provocará protes-
tas falangistas). Pero la mayoría se aclimató muy pronto a esta paz
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silenciosa, ejerciendo cada uno su carrera -sobre todo, abogados,
médicos y docentes, aunque estos parecen preferir buscarse otro
trabajo- o acomodándose, los que no la tenían, en la Administración,
la prensa y la radio, la política o el sindicalismo, que tan solo exigían
una obediencia ciega. Aquellos entusiastas muchachos que envia-
ban crónicas desde Rusia dejarán no ya solo de escribirlas, sino de
recordar su paso por la guerra, más allá de las misas por los muertos
y el encuentro nostálgico con viejos camaradas, reviviendo sucesos,
que se embellecerán con el paso del tiempo, como el de la campana
que tres albacetenses trajeron a la Virgen de los Llanos tras haber-
la sacado de un templo destruido…, que era una cabaña de madera
respetada por el fuego artillero en la inicial versión de Sánchez Ca-
rrilero. Una hermosa manera, en todo caso, de encubrir un expolio,
bien es verdad que no de la categoría de la «caza de iconos» y obras
de arte dignas de estar en un museo, que Juan Eugenio Blanco reco-
noce solían practicar muchos divisionarios,
De los que todavía seguían combatiendo solo llegan noticias
a través del Servicio de Mensajes, como las recibidas de Ángel Gar-
cía Cuesta y de Antonio Andújar, que en la prensa local del 20 de
septiembre comunican que están bien de salud y mandan sus re-
cuerdos a sus chicas y a toda su familia. Andújar, que además sería
redactor de la Hoja de Campaña de la DEV, publica en el periódico
Albacete, en esa misma fecha, un artículo titulado «Los novios de
la muerte»; pero ya no hay noticias de otras crónicas enviadas en-
tonces desde el frente. Entre los retornados, Juan Ramírez de Lucas
escribirá en el mismo con cierta asiduidad sobre las nuevas salas
del Museo del Prado, o sobre la primera bandera nacional, o sobre
artesanía; asuntos todos ellos ajenos a la guerra, aunque no sin ribe-
tes de anticomunismo patriótico y fascista. Con mayor compromiso,
Rafael Prieto lo hace sobre los camaradas que siguen combatiendo,
y el rabioso José de Luna Cañizares se despacha de nuevo, a su ma-
nera, el 28 de junio y el 8 de noviembre, contra «las gentes de alma
contrahecha y pequeña» que esperan que termine la lucha arrella-
nados en su comodidad, diciéndoles que «hemos hecho la guerra
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para evitar que la horda roja le volviera a quitar a usted el puro de la
boca y el periódico extendido en la mesa del café cuando todavía se
frota idiotamente las manos…,» y advierte «que a nosotros, que les
hemos defendido sus privilegios, no se nos oculta su actitud, y sepa
que le señalaremos como marxista embrionario que es español por-
que no ha podido o no ha pensado ser otra cosa…» Y denuncia que
hay liberales, masones y traidores vendidos, que pretenden aguar a
la Falange con pretexto de la unidad de acción, y a los que hay que
barrer.
En realidad, los cantos a la revolución nacional-sindicalista y
las execraciones a los acomodados, masones y traidores, eran solo
desahogos e Ilusiones. En la España de Franco solamente cabían dos
ideas: la de él, consistente en tener el poder a toda costa, con las me-
tamorfosis que fueran necesarias, y la otra, que englobaba a todas
las demás, azules, rojas o de cualquier color, que estaban destinadas
al silencio y la cárcel, sobre todo las últimas, pero no en exclusiva
(recordemos a Hedilla y a Merino). Aún quedaban algunos falangis-
tas ilusos que pensaban en la revolución nacional-sindicalista, pero
Arrese, ministro secretario, que expulsó del partido y de los sindi-
catos a Merino y a otros 4.000 discrepantes, y Laporta, su hombre
en Albacete, habían comprendido las reglas del sistema: obedecer al

régimen dentro de la
provincia: el Ejército,
el clero, la Falange,
los tradicionalistas
y los terratenientes
y caciques de siem-
pre, y animar a los
jóvenes a luchar por
la patria, o a dejar de
hacerlo cuando fuera oportuno. Poco tiempo después, Laporta, fue
ascendido al Gobierno Civil de Valencia, mucho más importante, sin
duda en recompensa, entre otros servicios, por la sangre derramada
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-por otros- en la nieve de Rusia. Se comprende que fuera despedido
con «intensa emoción…», «desbordante entusiasmo…» y manifesta-
ciones de «enfervorizada simpatía» como dice el periódico Albacete
del 15 de abril de 1943.
Con Rodríguez Acosta, nuevo gobernador, que lo será por
más de quince años, pocos pensaban ya en la «revolución». Hasta
el irreductible De Luna Cañizares se dejará querer y pasará de la
Delegación del Frente de Juventudes a concejal nombrado «por el
tercio del dedo» en el 48, junto a Carlos Belmonte y Sánchez Carri-
lero, y alcalde accidental, en el 49-50, a la Delegación Provincial de
Cultura Popular (con función de censor de cines y espectáculos), y
 
por cierto, un buen escándalo por la parcialidad del jurado hacia él,
y en los años sesenta y setenta a las de Información y Turismo en
Albacete y Murcia. Destinos, todos ellos, mejores que la escuela que
había abandonado en el 41. Y es que en aquellos tiempos de silencio
interior y Guerra Fría nada era lo mismo, salvo el poder omnímodo
del Caudillo de España, que ya no era el aliado de los totalitarios
Hitler y Mussolini contra las «democracias plutocráticas», sino el
providencial introductor de un modelo distinto de representación
-su «Democracia Orgánica»- y el lúcido profeta que venció al co-
munismo y salvó la civilización, el «Timonel de la Dulce sonrisa» y
«Centinela de Occidente…» Y amigo vergonzante de los americanos,
a los que llegaría a ofrecer el envío de tropas a Corea, es de creer que
en defensa del mundo occidental e incluso permitió la instalación de
bases en el suelo español. En nuestra capital, más allá de reuniones
y nostálgicas misas de campaña en octubre, a veces presididas por
las autoridades, ante uno de los pocos monumentos que se le dedi-
caron en España, diseñado, por cierto, por Belmonte, antes de ser
alcalde, la División Azul estaba arrinconada, cuando no marginada,
pese a las apariencias, por el poder político.
Aurelio Pretel Marín
ALBACETENSES EN RUSIA, 1941-42: UNA ORLA DEL PRIMER CONTINGENTE DE LA DEV (LA «DIVISIÓN AZUL»)
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